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André Kertész: el azar, la poesía y la fotografía como acto de descubrimiento


Introducción


“Veo una situación y sé que es una fotografía”.  

Así definía André Kertész su forma de mirar. No hablaba de técnica, ni de composición perfecta. Hablaba de intuición. De ese momento fugaz en el que lo cotidiano revela su belleza secreta.  

Kertész fue, sobre todo, alguien que supo ver lo que otros pasaban por alto. En sus fotos hay una sensibilidad muy especial: escenas simples que, a través de su mirada, se transforman en pequeñas historias con las que cualquiera puede conectar.


Su vida


Nacido en Budapest, Hungría, en 1894, André Kertész descubrió la fotografía siendo muy joven. Comenzó su carrera durante la Primera Guerra Mundial, capturando momentos íntimos de la vida militar.  

En la década de 1920 se trasladó a París, donde se unió a un vibrante círculo artístico que incluía a Brassaï, Mondrian y Chagall. Más tarde, en 1936, emigró a Nueva York, donde trabajó para diversas publicaciones, aunque sin abandonar nunca su visión personal.  

A pesar de su sensibilidad única, pasó gran parte de su carrera en la sombra, sin el reconocimiento que merecía. No fue hasta sus últimos años que su obra comenzó a valorarse como una de las más influyentes del siglo XX.


Su estilo fotográfico 


Kertész no buscaba grandes gestos. Su estilo se caracteriza por una mirada íntima, lírica y espontánea. A menudo captaba momentos simples: una sombra, una silueta, una persona leyendo.  

Jugaba con la luz, el encuadre y las formas de manera intuitiva, convirtiendo lo cotidiano en algo extraordinario. Nunca buscó manipular la realidad, sino revelarla.  

Fue pionero en el uso del gran angular, las distorsiones (como en su famosa serie con espejos), y los reflejos. Pero por encima de todo, fue fiel a una máxima: la fotografía como expresión emocional. 


Proyectos más destacados


A lo largo de su extensa trayectoria, André Kertész dejó una serie de trabajos fundamentales que marcaron tanto su evolución personal como la historia de la fotografía. Aunque nunca trabajó con una estructura de proyectos cerrados como se acostumbra hoy, muchas de sus series y épocas pueden entenderse como cuerpos de obra coherentes. Aquí algunos de los más significativos:


1. Fotografías de guerra (1914–1918)

Durante la Primera Guerra Mundial, Kertész sirvió en el ejército austrohúngaro. A pesar de las duras condiciones, llevó consigo una pequeña cámara y documentó momentos íntimos de la vida de los soldados. Estas imágenes, lejos del heroísmo o la épica, muestran una visión humana y silenciosa del conflicto.




2. París y los años 20


Su etapa parisina fue una de las más prolíficas. Retrató a artistas, calles, cafés, y escenas cotidianas con una sensibilidad única. Aquí desarrolló muchas de las ideas visuales que lo harían famoso, como los juegos de luz y sombra, los encuadres poco convencionales y el uso de la geometría. Durante este periodo conoció y fotografió a Mondrian, Colette y muchos otros personajes del ambiente bohemio.




3. Distorsiones (1933)


Una de sus series más experimentales. Kertész utilizó espejos deformantes para crear retratos y desnudos surrealistas. A medio camino entre la vanguardia y el juego visual, estas imágenes rompieron con la fotografía clásica de la época y mostraron su interés por lo abstracto y lo ambiguo.




4. Nueva York y la soledad (décadas de 1940–1960)


Ya instalado en Estados Unidos, trabajó para revistas como House & Garden, aunque muchas de sus imágenes personales nunca se publicaron en su momento. Esta etapa está marcada por una cierta melancolía. Fotografió desde su ventana, paseó por Central Park, y capturó escenas urbanas con una mirada introspectiva. Su serie "Window Views" resume ese sentimiento de aislamiento que lo acompañó durante años.




5. Polaroids (década de 1970) 


En sus últimos años, tras la muerte de su esposa Elizabeth, Kertész encontró en la Polaroid SX-70 una nueva forma de expresión. Realizó una serie de imágenes poéticas y silenciosas desde su apartamento. Naturalezas muertas, reflejos, objetos cotidianos: todo reducido a lo esencial, cargado de simbolismo. Estas fotos son profundamente personales y conmovedoras.



Influencia en la fotografía moderna


Henri Cartier-Bresson (del que ya hablamos en el blog), uno de los padres del fotoperiodismo moderno, lo consideraba su maestro. También inspiró a fotógrafos como Robert Capa y Brassaï.  

Kertész abrió el camino a una fotografía más libre, subjetiva y sensible. Su enfoque influyó tanto en la fotografía documental como en la artística, rompiendo con la rigidez de los cánones clásicos.  

Hoy su obra se estudia en escuelas de arte de todo el mundo y se expone en los principales museos, recordándonos que una imagen puede ser un poema.


Conclusión


André Kertész no solo fotografiaba lo que veía, sino también lo que sentía. Su trabajo  se centraba en lo cotidiano, en los pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos.

En un momento como el actual, donde la mayoría de las imágenes buscan llamar la atención de forma rápida, su enfoque sigue siendo relevante. Nos recuerda la importancia de mirar con calma, de prestar atención a lo simple y de encontrar significado en lo común.

Volver a Kertész es volver a una forma de entender la fotografía más reflexiva y sincera. Su legado demuestra que no hace falta grandes escenarios ni efectos para crear una imagen poderosa, solo una mirada atenta y personal.



Anexo: El equipo que utilizaba


Kertész trabajó con distintas cámaras a lo largo de su carrera, adaptándose siempre a sus posibilidades técnicas sin perder su visión personal:


- Ica (placa de vidrio, usada en sus primeros años en Hungría)  

- Leica I (cámara de 35 mm, muy influyente en su etapa parisina)  

- Rolleiflex (formato medio, usada especialmente en Nueva York)  

- Polaroid SX-70 (en sus últimos años, con la que creó una serie poética e íntima desde su apartamento)